Ramon Sagués
Cruzo el puente que separa Tanzania de Malawi. Voy haciendo slalom entre un hormiguero de personas cargadas con mil trastos que van arriba y abajo. En África hay mucha gente que cruza la frontera a diario, pocos que sellan el pasaporte… Pregunto a un señor uniformado: – Passport? – Me señala con el dedo índice un edificio. Voy directo hacia allí con la banda sonora de cada frontera: “Change money?”, “Simcard?“”… Aparco la bici en la misma puerta de entrada y paso el candado desde el manillar al mismo pomo de la puerta.
Es un edificio en franca decadencia. Mostradores de madera vieja y gastada, vitrinas de cristal sucio, focos fundidos y telarañas por las paredes.
Detrás del mostrador, otro señor uniformado, solo le falta bostezar. Le entrego mi pasaporte y mi e-visa de Malawi realizada ya hace unos días. En el otro lado del puente ya me han sellado mi salida de Tanzania, ahora “solo” falta el sello de entrada. La rutina de las fronteras…
El señor uniformado me comenta que tienen que comprobar todos los datos y que eso va a tardar unos minutos. Con un movimiento de la cara me señala un banco de madera… Para evadirme un poco de esa tensa espera, con la incertidumbre de que una decisión arbitraria haga que el día se complique, empiezo a intentar recordar estos últimos días cruzando Tanzania.
Entre en Tanzania desde Kenia. De esto ya hace un mes y medio. Era en plena temporada de lluvias, lluvias tropicales, donde el agua caía a diario con una rabia propia del infierno. Mi primera impresión del país fue barro, mucho barro. Mi primer pueblo tenía las calles marrones, una arcilla pegajosa que complicó, la ya difícil tarea, de conseguir una nueva tarjeta SIM en un pueblo diminuto.
Viajando largo es difícil escoger la mejor época para visitar un país, demasiadas variables que controlar, así que nada mejor que aprender a bailar con las circunstancias. Quizá sea la mejor metáfora de lo que es vivir. Un “Be water my friend”, nunca mejor dicho…
Después de esos húmedos días, ahora cada mañana, al solo ver este cielo azul, ya dibujo mi primera sonrisa. Cuando vas encadenando países, uno detrás de otro, no tienes demasiado tiempo para asimilar nada, pero aún menos para planificar. Pero casi mejor, me flipa la sensación de no saber que te vas a encontrar. Un ir descubriendo poco a poco sin esperar nada. Pues Tanzania sería un claro ejemplo de esta manera de viajar, llamémosla “inconsciente”.
Han sido unos 3000 km por el país. Los primeros días acampando en el lago Victoria, un lago que en época de lluvias acaba creciendo hasta inundar los árboles de la orilla. La temporada de lluvias seguía a diario e intentando llegar a ver las sociedades tribales en el lago Eyasi tuve que cruzar un río con el agua en el cuello -literal- . Bordear reservas masáis, rodear el Kilimanjaro, cruzar el país por pistas y pueblos perdidos, bosques monumentales de pinos en el altiplano, coronar a 3000 m para bajar en pocos quilómetros al lago Malawi a 500 m…
Todo esto podrían ser (o son) algunos de los “highlights” de estos últimos días. Solo hace 40 días y parece que hace meses… Demasiadas cosas para recordar en un disco duro demasiado lleno.
En los últimos años, ha habido un auge de viajar en bici. Hace décadas, solamente estaba al alcance unos pocos locos, normalmente viajeros solitarios. Cargados con mil alforjas y solo guiados por unos mapas escala 1:50000 se lanzaban a la aventura de lo desconocido. Pero por suerte todo esto ha cambiado mucho, podría decir que se ha democratizado. Ya no hace falta comprar esos libros de viajeros para tener cierta inspiración, para luego salir a lo desconocido emulando sus pasos.
Ahora hay redes sociales con mil viajeros repartidos por el planeta. Infinidad de rutas de bikepacking que podemos seguir solo descargando un track. Pero con todo esto, y a pesar de todo, animo a dar un paso más. A subir tu nivel de bici-viajero…
Escoger un país al azar, trazar más o menos una ruta según los días que tengamos y dejarse llevar, dejarse fluir. Seguir tu propia ruta y no una creada por alguien que no conocemos. Sentir esa sensación de libertad, de salirse de la flecha del GPS. De parar donde nos dé la gana. De comer donde nos dé la gana. De equivocarnos, pero sobre todo, de dejarse sorprender cuando no esperas nada. De empezar cada día sin saber dónde vas a dormir… Tanzania sería un buen destino para esto. Para perderse unos días, que al final van a parecer meses. Eso sí, buscad vuestro propio camino…
Oigo un: «¡¡!Pssst!!! ¡¡Mister!!». Levantó la mirada y el señor de detrás del mostrador mueve un pasaporte marrón.
—It’s ok! Welcome to Malawi. -me dice con una sonrisa-
Agarro mi pasaporte, lo guardo en mi riñonera y a volar. Otro país nuevo me espera. Mil historias más me esperan, más Gb de vida para almacenar en mi disco duro.
Ramon Sagués
Ramon Sagués lleva tota la vida en bici y cuando se propone algo va “a fondo” a por ello, siempre con máxima implicación. Ramon no solo ha llevado un dorsal en las mejores carreras del mundo, sino que también está recorriéndolo, vinculando su filosofía de vida con lo que nos apasiona a todos, la bici. Hijo pequeño de Dolors y Agustí, del barrio de Sant Andreu de Barcelona, ha competido al máximo nivel internacional en MTB y viajado por Cuba, Perú, Bolivia… El resto, lo podéis descubrir en sus redes.