El arte del sufrimiento

Imagen de portada: Edward Hopper Study for French Six-Day Rider 1937 Whitney Museum of American Art, New York Josephine N. Hopper Bequest

No pain no gain”, canta Scorpions. Sin esfuerzo no hay recompensa. Una de las frases a la que se recurre frecuentemente al hablar de la dureza del ciclismo y del deporte en general, del entrenamiento, de la superación personal. La resistencia al dolor, la resiliencia, la concentración en uno mismo, en definitiva, conduce a la superación personal.

Montar en bicicleta es, en sí, un acto de creatividad. Aunque recorras las mismas calles, los mismos caminos, los mismos senderos, la bicicleta te permite imaginar nuevos mundos, inventar nuevos recorridos, crear.

Desde un romántico paseo por el campo hasta la competitividad de las carreras ciclistas, la bicicleta ha sido y será fuente de inspiración para artistas y creadores. Desde la simplicidad y accesibilidad de la máquina hasta la épica y sufrimiento de las carreras, la pintura, la escultura, la fotografía, la ilustración o la moda han explorado la belleza del ciclismo.

Arte y bicicleta han mantenido un constante diálogo a lo largo de la historia. La relación arte-ciclismo no es un fenómeno reciente: desde hace más de un siglo el arte forma parte de la cultura del ciclismo. Los artistas han reflejado en sus obras la fascinación por la elegancia en la geometría de las bicicletas, o por su complejidad mecánica. También por la serena visión del paisaje, o por su significación social.

Salvador Dalí (Symphony Bicyclette, 1970), Marcel Duchamp (Roue de bicyclette, 1913), Edgar Degas (Jeune femme à bicyclette à la champagne, 1895) o Picasso (Cabeza de toro, 1943) han llevado la bicicleta al máximo nivel artístico como fuente de su inspiración.

También Edward Hopper, probablemente el artista más representativo de la pintura norteamericana del siglo XX, sentía una gran fascinación por las bicicletas, los ciclistas y el ciclismo.

Edward Hopper
Nighthawks, 1942

Nacido en Nyack, Nueva York, en 1882, las primeras bicicletas que Hopper vio eran, a buen seguro, las que estaban de actualidad en aquel tiempo: las llamadas penny-farthing, con la rueda delantera mucho mayor que la trasera y los pedales en el eje de la rueda delantera. Pero justo en 1884 se patentó la primera bicicleta con cuadro y con las ruedas del mismo tamaño, y en 1885 John Kemp Starley fabricó la que llamaría bicicleta de seguridad. El nombre se debe a que, aparte de que las ruedas iguales ya llevaban neumáticos, la transmisión era con cadena y disponía de un eje pedalier en el cuadro. Los pies del ciclista quedaban así al alcance del suelo y se hacía mucho más sencillo detenerse. El ciclismo ya dejaba de ser un pasatiempo arriesgado y se convertía en un medio de transporte muy popular.

Edward Hopper
Cyclist, 1895-1899

Casualmente, en la pequeña Nyack natal de Hopper, se abrió en 1897 la Nuttall Manufacturing Company, fábrica centrada en el niquelado, y uno de sus primeros trabajos fue niquelar 30.000 manillares de bicicleta. Nuttall empleaba a 40 personas y pronto aparecen las primeras bicicletas fabricadas en la población, conocidas como bicicletas tipo Nyack. Eran bicicletas que se definían como «fáciles de funcionar, fuertes y de atractivo acabado». En un catálogo de 1901 costaban 25 dólares (con 5 dólares extra si llevaban frenos), y tenían el cuadro pintado de azul con una banda roja y diferentes medidas, con cuadros de 20, 24 y 26 pulgadas.

Edward Hopper era un joven muy alto y delgado de quince años de edad, al que en la escuela apodaban Grasshopper (langosta), y en sus primeros esbozos solía representarse a sí mismo. En muchos de estos esbozos aparecen bicicletas: en Meditation: Ten Miles from Home (1899) muestra a un joven alto y delgado contemplando un neumático pinchado. En otros, un interior de una tienda de bicicletas Study of Man in Bike Shop (1895), ciclistas, o en dibujos de prueba encontramos cuadros o horquillas de bicicleta.

Edward Hopper
Meditation. 10 miles from home, 1899

Edward Hopper
Study of a Man in Bike Shop, 1895-1899

Pero para conocer cuál era la mirada que Hopper tenía sobre el mundo del ciclismo, debemos acercarnos a French-six-day bicycle rider, su pintura de 1937, donde retrata al ciclista francés Alfred Letourneur en una carrera en pista en Nueva York.

Edward Hopper
French Six-Day Rider, 1937

Hopper, el precursor del realismo americano, el pintor de la luz y la mirada íntima, interpreta con su sentimiento poético toda la explosividad de las pruebas de ciclismo en pista. El corredor, agotado, sentado inmóvil y con la mirada perdida antes de regresar a la pista.

The Six Days of New York era un evento ciclista que se disputaba en el velódromo del Madison Square Garden durante seis días. Entre 1899 y 1961 se disputaron 73 ediciones. De esos campeonatos es de donde salió la prueba de Carrera americana, modalidad conocida por ello con el nombre de Madison. Inicialmente, las carreras eran pruebas de resistencia pura, con un solo ciclista dando tantas vueltas como fuera posible durante los seis días. No corrían durante las 24 horas, sino que por la noche dormían y podían reincorporarse por la mañana cuando quisieran. Así, los más rápidos empezaban más tarde que los más lentos, que sacrificaban horas de sueño para compensar la falta de ritmo. Con los años, los corredores empezaron a competir durante las 24 horas, sólo limitados por la capacidad de mantenerse despierto. Por eso empezaron a utilizar asistentes, conocidos con el nombre en francés soigneurs, y también se empezó a introducir el uso de sustancias dopantes que ayudaban a no dormir y evitar el agotamiento físico y mental. Esto conllevó que hubiera caídas frecuentes, causadas por el sueño y por sufrir delirios y alucinaciones.

Situaciones de dureza límite que, si por una parte ponían la integridad física del ciclista en peligro, por otra parte, eran un reclamo para el público, que acudían al espectáculo para ver sufrir al ciclista. En consecuencia, cuanta más fama de resistente se labraba, más ganaba en popularidad y también en dinero.

Así nació la especialidad Madison, donde actualmente los corredores compiten por parejas y se van dando relevos: mientras uno compite el otro sólo rueda a bajo ritmo.

En las primeras pruebas, como la que en 1937 pintó Hopper, mientras uno de los miembros del equipo estaba compitiendo el otro aprovechaba para dormir en una casita a pie de pista.

Los aficionados llenaban el velódromo de día y, sobre todo, de noche. La vida nocturna en el Madison Square Garden era fácilmente imaginable: humo, bandas de jazz, showgirls, alcohol y apuestas.

El ciclista que retrata a Edward Hopper, el francés Alfred Letourneur, conocido como «le diable rouge», era un especialista en las pruebas de Seis días, a menudo haciendo pareja con el belga Gérard Debaets. Los ganó en 1931, 1933, 1934 y 1935. Hopper hizo varios esbozos a lápiz del corredor francés, con notas escritas que describen la escena: «Botella de termo en el tejado de la cabaña. Lienzo azul oscuro y belga. Colores Rembrandt».

Edward Hopper
Study for French Six-Day Rider, 1937

El 5 de marzo de 1937, cuando termina el cuadro, escribe en una carta a su comprador: «No pude recordar el nombre del corredor, sólo que era joven y oscuro y de aspecto bastante francés. No he intentado hacer un retrato preciso, pero se asemeja a él de una manera general. Creo que era miembro de uno de los últimos equipos franceses que ganó una carrera en el Madison Square Garden».

La pintura tiene una serie de fuertes diagonales que contrarrestan la intensidad estática de las figuras. El joven asistente masculino, cuya forma esbelta contrasta con la del ciclista musculoso, acaba de abrir la cortina de dormir. Dos bicicletas a izquierda y derecha equilibran la pintura. Hopper incluye detalles como el casco del ciclista colgado de una clavija y su botella de agua descansando sobre el techo de la cabaña. Una botella, quizá champán, en un cubo de lata en la parte inferior izquierda.

Hopper, pese a no recordar su nombre, deja claro que se trata de un ciclista francés.

Los primeros esbozos de la pintura muestran perspectivas ligeramente distintas en el cuadro final. Pero lo que le interesa a Hopper no es el escenario sino el ciclista. En el cuadro, simplifica la escena y se centra en la figura humana, destacando el aislamiento emocional del corredor.

Edward Hopper
Study for French Six-Day Rider, 1937

En la pintura de Hopper se muestra el arte del sufrimiento, que nos hace evidente la cruda realidad del deporte del ciclismo y su belleza al mismo tiempo. Los ciclistas tienen una gran capacidad para soportar el dolor, aparentemente mejor que una persona promedio, y eso puede venir del entrenamiento. Cuando el rendimiento mejora, también lo hace la capacidad para controlar el dolor. El cerebro se convierte en quien decide cuando parar, antes de que lo haga el cuerpo. 

Pero ir demasiado lejos en el dolor puede significar a menudo que no hay vuelta atrás y significa poner fin a un esfuerzo antes de lo previsto. Acostumbrarse a ir mentalmente y físicamente preparado para romper la barrera del dolor es algo que todos los atletas deben hacer si quieren ser los mejores. 

La capacidad para tolerar el dolor es manejable, no sólo por el entrenamiento del cuerpo y la mente, sino también por las drogas. Porque es imposible hablar de la tolerancia al dolor, sin referirnos al dopaje.  Es habitual que muchos ciclistas (y deportistas en general) abusan de analgésicos para usarlos en las carreras importantes, independientemente de si esta lesionados.

Y los analgésicos cumplen todos los requisitos de una sustancia de dopaje: el dolor es un mecanismo de protección del cuerpo y con los analgésicos se apaga este sistema de protección, al igual que se cambia la sensacion de fatiga, que es también un mecanismo de protección del cuerpo. Algunos analgésicos, como por ejemplo el tramadol, ya forman parte de la lista de sustancias dopantes, porque disminuyen la capacidad cognitiva y producen somnolencia.

There’s time to rest the day you’ll drop.
You roll the dice, you play the game.
The weak will fall, the strong remain.
No pain no gain.

Ya habrá tiempo para descansar el día que caigas.
Ahora tira los dados y juega.
Los débiles caerán, los fuertes permanecerán.
Sin dolor no hay ganancia.

Quim Turon

En la bicicleta coinciden algunos de los principios que busca en su trabajo como diseñador: sintetizar para obtener simplicidad; alineación y armonía para lograr el equilibrio; controlar ritmo y repetición para conseguir funcionalidad; y, además de la estética, llenar de significado cualquier diseño para transmitir el mensaje.

Contacta con nosotros

Contact Form
Scroll al inicio