Tenemos buenas noticias: empezamos la fase de colaboradores, de gente que nos interesa lo que hacen, lo que opinan y no podemos estar más contentos de comenzar con Ramon Sagues, “Ramonet”.
Ramonet lleva tota la vida en bici y cuando se propone algo va “a fondo” a por ello, siempre con la máxima implicación. Ramon no solo ha llevado un dorsal en las mejores carreras del mundo, sino que también está recorriéndolo, vinculando su filosofía de vida con lo que nos apasiona a todos, la bici. Hijo pequeño de Dolors y Agustí, del barrio de Sant Andreu de Barcelona, ha competido al máximo nivel internacional en MTB. De carreras de vueltas pasó a maratones y carreras por etapas y en una de ellas, TransAlp, cenando en una pizzería después de una de las etapas, le dejó elegir a Mercè Pacios la pizza, la acabaron compartiendo ¡Empezaba una auténtica historia de true love! Comenzó a cambiar las carreras por viajes en bici por Cuba, Perú, Bolivia… El resto, lo podéis descubrir en sus redes, os recomendamos alimentaros con ellas. Os dejamos la reflexión de Ramon sobre lo que él ha denominado como “nueva normalidad”.
Ramon Sagués
Durante dos terceras partes de mi vida, en algún momento del día me he puesto un culote y nunca he visto mis piernas peludas; antes de que me aparecieran los primeros pelos ya era ciclista. Esto significa que con 46 años que tengo, llevo más de 35 años dando patadas a unos pedales mientras voy mirando un cuentakilómetros o GPS.
En esos años aún preadolescentes, donde mi mundo aún era muy pequeño, la bici era sinónimo de libertad. No una libertad gratuita, sino una libertad abrazada a la cultura del esfuerzo.
Mi padre, sin saberlo yo —ni tan solo él mismo— me inculcó que el que más se esforzaba era el que más teníamos que admirar. Los “profesionales” eran nuestros dioses y la bicicleta era un objeto al que admirar. Siempre con los cromados de nuestras bicicletas bien pulidas con Aladín y guardadas en un altar para poderlas admirar mientras se nos dibujaba una sonrisa…
Pero el ciclismo en estos años ha cambiado mucho. Han aparecido nuevas disciplinas, nuevos usuarios, nuevos intereses…
En esos años, nuestras parroquias eran tiendas de barrio con piezas “random” repartidas por ese local, siempre un poco caótico y un propietario que siempre con las manos manchadas de grasa te atendía por tu nombre. La jerarquía de los parroquianos era por resultados obtenidos y quilómetros realizados.
Desde hace unos años esas tiendas han ido desapareciendo devoradas por macrotiendas con poca personalidad, pero con muchos miles de euros expuestos en forma de bicicleta.
Era un mundo pequeño, pero este ha crecido. Aquellas pequeñas marcas de bicicletas, algunas artesanales, ahora son multinacionales y con ello ha llegado la mercantilización de nuestra pasión.
Los anuncios nos prometen grandes novedades. Los publirreportajes de bicicletas y/o complementos encubiertas como pruebas, nos prometen la felicidad a cambio de algunos euros invertidos en nuevas tecnologías. Donde es más importante el “parecer” que no el “ser”.
Esto hace que nos olvidemos de la esencia del ciclismo. Que desviemos nuestra atención, que inconscientemente asociemos la felicidad que nos produce pedalear con tener ese cambio electrónico, esa corona de más, ese casco tan aerodinámico, esas ruedas 50 gramos más ligeras, ese…
Ciclismo es ese domingo con amigos, ese desayuno con hambre, ese paisaje nuevo, esas endorfinas hirviendo después de una buena salida…
Yo durante mi vida he tenido muchas bicis, cuando competía la mayoría eran tope de gama, pero sin duda con la bici que más he gozado es con la que estoy cruzando África ahora mismo. Una bicicleta de acero, con tecnología de hace décadas y ya con más de 40.000 quilómetros peinando el mundo. Pero con ella es la que estoy viviendo más cosas, llegando más lejos y gozando más que con cualquier otra bicicleta. Menos es más, dicen…
Al final la bicicleta es la herramienta que sin ella es imposible practicar el ciclismo. A partir de allí, lo demás es desviar la atención.
Cuando conscientemente nos meten la idea de que sin “esa nueva tecnología” nuestro ciclismo no será completo entraremos en un bucle donde vamos a hipotecar nuestra felicidad. Haciendo una regla de tres donde el “goce ciclista” será proporcional al dinero gastado en esa tienda estéril en forma de hospital o Apple Store. Olvidándonos de esa felicidad que nos dieron esas primeras pedaladas, cuando éramos conscientes que ese vehículo nos iba a proporcionar libertad y felicidad a partes iguales.
Ramon Sagués
Ramon Sagués lleva tota la vida en bici y cuando se propone algo va “a fondo” a por ello, siempre con máxima implicación. Ramon no solo ha llevado un dorsal en las mejores carreras del mundo, sino que también está recorriéndolo, vinculando su filosofía de vida con lo que nos apasiona a todos, la bici. Hijo pequeño de Dolors y Agustí, del barrio de Sant Andreu de Barcelona, ha competido al máximo nivel internacional en MTB y viajado por Cuba, Perú, Bolivia… El resto, lo podéis descubrir en sus redes.