No ocurre de la noche a la mañana ni mucho menos, pero un día eres consciente de que algo pasa. Molestias constantes, dolores que recorren distintas partes de tu cuerpo de forma casi cíclica, un aumento descontrolado del dinero que empleas en fisios, disminución de vitalidad en el día a día, o síntomas preocupantes en tu salud mental. La bicicleta, ese cacharro maravilloso que tantas veces te había librado de caer en el lado más oscuro de tu mente, se estaba convirtiendo en lo que te estaba matando en ese momento de tu vida. Aunque no resultaba evidente a primera vista, no era el objeto en sí mismo el culpable, si no la forma en la que me estaba relacionando con él.
Pedalear me mantenía vivo, pero se hacía necesario cambiar el punto de vista. Largos días de entrenamiento, durante demasiados días a la semana, para obtener algo de lo que no estaba obteniendo ninguna satisfacción, tan solo saciar el afán enfermizo de cumplir las expectativas de otros. Otros cuya opinión realmente no me importaba, o que incluso ni siquiera existían fuera de mi mente.
Cuando por salud mental y física decidí pasar todas esas páginas de mi forma de entender ese ciclismo, llamémoslo competitivo, de ultradistancia, o simplemente “más hormonal”, sentí que incorporar otras actividades “sanadoras» a mis salidas en bicicleta podría ser una forma interesante de aprender a parar, de estar, simplemente estar en el momento presente, de recircular esa energía mía a algo que no fuera pedalear dieciséis horas al día (por citar solo un ejemplo). Se convertía de vital importancia desterrar palabras como “entrenamiento” o “reto”, y buscar de nuevo simplemente la salud. Porque no nos engañemos, llega un punto en el que tienes que elegir entre rendimiento y salud. Entre seguir mejorando y sentirte bien.
Así llegaron el dibujo, la fotografía, y más recientemente la grabación de paisajes sonoros.

En el caso del dibujo, es mi ritual habitual en mis salidas de varios días, una vez he cenado y preparado todo para dormir, tanto si estoy vivaqueando, con mi tienda de campaña, en un refugio, o en un alojamiento. Es para mí una forma perfecta de parar, de asimilar, y de reforzar lo vivido, pero sobre todo, una terapia que dio mayor sentido a mis días durante mi proceso de sanación.
En cuanto a la fotografía, fue la motivación perfecta para levantar la mirada de la rueda delantera o la condenada pantallita, y ser más consciente de lo que pedaleaba. Ya no madrugaba para hacer más kilómetros, sino para pillar el amanecer. Ya no estiraba el día por vicio, sino por ver donde podía gozar de la “golden hour”. De nuevo: terapia.
Y por último, la recién llegada, la grabadora de audio y los micrófonos. Lo estoy viendo como un paso más allá. No se trata de ser consciente de los lugares que visito, si no de ser parte de ellos. Te obliga a parar, a sentarte, a montar el equipo, y, en silencio, a escucharlo durante un rato. Es, por así decirlo, una forma de vivir ese paisaje. De vivir en ese paisaje. De ser ese paisaje.

Ser capaz de darle al botón de pause, y poco a poco recircular parte de esa energía hacia estas actividades, me permitió ir ganando en consciencia y sobre todo gestión de una situación que empezaba a irse de mis manos. El día a día de estos tiempos nos hace vivir a un ritmo que a veces nos impide ver el escenario con la suficiente perspectiva, ya sea en nuestro camino laboral, familiar, social, o incluso en algo tan inocente como nuestro tiempo libre y las actividades que llevamos a cabo en él. Encontrar actividades que te permitan reconectar contigo mismo es de vital importancia. ¿Cuáles son las tuyas?
Mi kit de dibujo:
- Papel:
- Libreta acuarela 300g Moleskine A6
- Block postales acuarela 300g Winsor & Newton A6
- Libreta 180g Cervantes A6
- Acuarelas:
- Art Toolkit Explore Palette
- Acuarelas Daler Rowney
- Pincel con depósito Sakura
- Rotulador resistente al agua Micron 005
- Portaminas y goma de borrar.

Mi kit de fotografía:
- Cuerpo: Sony Alpha 6500.
- Lente: Samyang 35 mm 2.8

Mi kit de grabación de audio:
- Grabadora: Zoom F3
- Micrófonos:
- Sonorous Objects SO.1 Omni
- Immersive Soundscapes Earsight Cardioid


Ernesto Pastor es una persona inquieta, apasionada y con una mirada única que ha sido capaz que ponen el foco en la belleza de una área considerada un «desierto demográfico». Después de pedalear muchos años en pruebas de ultradistancia de carretera, decidió buscar retos más allá. Es uno de los referentes el bikepacking de este país y es el creador e ideólogo de la mítica «Montañas Vacías», un proyecto con verdadera alma que trasciende el ciclismo.
Ernesto Pastor