El Mito: la travesía intercontinental de gravel entre España y Marruecos


La historia cuenta que fue Hércules quien separó Europa de África con un golpe de su maza. Allí nació el Estrecho de Gibraltar, un paso que ha sido frontera, enlace y símbolo. Hoy, ese mismo lugar se convierte en el hilo conductor de El Mito, una prueba de ciclismo gravel que une dos continentes a través de un recorrido que mezcla naturaleza, cultura y desafío.


Antes de que podáis seguir con el artículo, quiero contaros que un desafortunado accidente durante la primera etapa me obligó a interrumpir mi participación y dirigirme a un centro médico, donde finalmente tuve que ser intervenido.

Tuve, eso sí, la suerte de compartir muchas horas y muy buen camino con Ino Serra, de exquisito talante y grandísimo corredor, con quien no dudé en contactar para poder complementar la información y las historias que estáis a punto de leer. Gracias a Ino, podemos contar hoy todo esto, y también en parte a Aitor Calle, el organizador, que me ha facilitado información valiosa. Por eso, quiero agradecerles de corazón su colaboración. Solo me queda decir que ahora tengo la excusa perfecta para volver el año que viene y terminar lo que este año ha quedado pendiente.

Para que os hagáis una idea de lo que supone El Mito, aquí tenéis este artículo.


Etapa 1: Del verde andaluz al último confín europeo

210 km / +4.000 m de desnivel

Tomi Misser y Ino Serra

La aventura comienza a las seis de la mañana, bajo una intensa lluvia y la oscuridad, en el emblemático Tajo de Ronda. Ese imponente puente que une historia y paisaje se convierte en el arco de salida de esta travesía. El ambiente épico se palpa en el aire, la meteo eleva este sentimiento antes de afrontar 350 km i +7500 en las siguientes 36 horas en dos etapas. Los últimos preparativos, saludos breves y miradas cómplices anticipan lo que está por venir: kilómetros, horas, esfuerzo y belleza.

Los primeros compases transcurren sobre asfalto, una especie de tregua que permite avanzar mientras el sol empieza a despuntar. Tras dejar atrás la Estación de Gaucín —único checkpoint físico del día—, donde los ciclistas encuentran un improvisado desayuno ofrecido por el propio alcalde, comienza el ascenso al puerto de la Carrera del Caballo. En plena frontera entre Málaga y Cádiz, entre las espesuras del Parque Natural de los Alcornocales, el trazado se adentra en un entorno majestuoso.

Después llegan Jimena y Castellar de la Frontera, dos pueblos blancos conectados por tramos de sterrato entre cortijos. La ruta continúa hacia el sur hasta Los Barrios y Algeciras, antesala del último gran escollo del día: el puerto de Las Corzas. Su inicio, con subidas técnicas, da paso a pistas abiertas y espectaculares hasta la cima, antes de lanzarse en un descenso vertiginoso hacia Tarifa.

Allí, en la punta más meridional de Europa, espera la meta de esta primera etapa. Pero también una cuenta atrás: el último ferry hacia África parte a las 21 h. Ese barco es la única vía para continuar la odisea, y también el corte natural de la jornada. Quien no llegue a tiempo, no cruzará.

Etapa 2: De los vientos de Tánger a la luz de Tetuán

150 km / +3.400 m de desnivel

El ferry tarda algo más de media hora en conectar continentes. Al llegar a Tánger, se respira otra atmósfera. Basta un paseo corto del puerto al hotel para notar la energía de una ciudad vibrante, en la que conviven influencias y contrastes. Una breve introducción cultural por parte de Aitor Calle, da contexto antes de retomar el pedaleo.

La etapa empieza con intensidad. Las primeras colinas obligan a apretar los dientes: subidas cortas y constantes, con el Atlántico a lo lejos y un entorno verde que sorprende. La ruta pasa por aldeas, algunas mínimas, otras más grandes, hasta alcanzar Castillejos y su bullicioso mercado. Allí, el Mediterráneo entra en escena, y también Ceuta, visible en el horizonte tras una larga subida por pista.

Desde lo alto, el paisaje se amplía. Se bordean el embalse de Smir y sus montañas cercanas, se enlazan caminos con el mar de fondo y, en una aldea remota, una taza de té marca una pausa con sabor local. Aún queda un esfuerzo final: una pista de 10 km que lleva hasta un altiplano donde pastan rebaños, y desde donde ya se intuye la silueta de Tetuán.

La bajada final es rápida, pero muchos se detienen para mirar. A un lado, el mar; al otro, las montañas. La llegada a la medina se hace por Bab Mkabar, una de sus puertas más antiguas, donde Aitor y Pablo reciben a los ciclistas con una felicitación sincera. Rostros cansados, pero satisfechos. Objetivo cumplido.


Los 12 trabajos de Hércules, versión gravel

A lo largo de los 350 kilómetros que conforman El Mito, los participantes deben completar 12 checkpoints —6 por etapa, 4 físicos y 8 virtuales— mediante una app de seguimiento. Un guiño simbólico a los doce trabajos de Hércules que, en esta versión ciclista, no buscan la redención de un héroe, sino la conexión del participante con el paisaje, con la experiencia y, sobre todo, consigo mismo.

Uno de los grandes aciertos de esta edición ha sido la flexibilidad: la organización permitió que cada ciclista adaptara el paso por los checkpoints a su nivel y a las circunstancias del momento. Así, quienes sufrían percances mecánicos o necesitaban reajustar su ritmo, podían reorganizar su ruta sin perder de vista el objetivo final: llegar a Tarifa dentro del tiempo límite.

Esta edición ha sido un test exigente, con tracks duros y un extra de dificultad impuesto por la meteorología. La lluvia, el viento y la escasa visibilidad en algunos tramos convirtieron el desafío en una experiencia aún más intensa. A pesar de ello —o quizás por ello— el paso por paisajes imponentes dejó huella. Basta con imaginar lo que puede llegar a ser este recorrido en condiciones más amables, cuando el cielo se abra del todo y la luz lo revele todo.


Un reto con sabor a descubrimiento, una aventura que escribes tú

Sin señalización, sin asistencia, solo con un track preciso y la determinación de descubrir, kilómetro a kilómetro, lo desconocido. El Mito no es una carrera. Es una travesía. Una declaración de intenciones. Un reto en toda su dimensión: físico, mental y logístico. No hay balizas, pero sí un recorrido cuidadosamente trazado que guía a los participantes por algunos de los rincones más hermosos del sur de España y del norte de Marruecos. Y eso es precisamente lo que lo hace especial: disfrutar cada metro del trayecto.

Como toda iniciativa en sus primeras ediciones, El Mito aún tiene aspectos por ajustar, detalles que poco a poco irán tomando forma. Pero si algo define a Aitor Calle y a su equipo —más allá de su experiencia organizando eventos— es su capacidad para escuchar a los participantes y transformar sus aportaciones en mejoras reales para futuras ediciones.

Uno de los aspectos más impactantes de esta propuesta es, sin duda, el territorio. Paisajes verdes, pistas interminables, pueblos acogedores… En muchos momentos, el recorrido sorprende con escenas inesperadas, casi irreales. Lugares que no imaginabas así y que, una vez recorridos, se quedan grabados para siempre.

En definitiva, El Mito es mucho más que una prueba deportiva: es una experiencia vital sobre la bicicleta, una ventana abierta a otro continente y una invitación a sumergirse en una cultura que espera al otro lado del Estrecho. Una aventura que transforma, que conecta con el entorno y con uno mismo. Sin duda, volveremos.

Hay un enorme potencial en esta propuesta. El Mito quizás no sea para quien busca únicamente un crono o una clasificación, pero sí para quien quiere afrontar un desafío con sentido. Requiere preparación y mantener la cabeza fría.

El amplio margen para tomar el ferry permite vivirlo también como una experiencia de viaje. Aun así, hay que tenerlo claro: para completar la travesía hay que estar verdaderamente preparado y no perder de vista el reloj. Hay margen, sí, pero no demasiado. El equilibrio entre reto deportivo y travesía personal es notable, y el territorio no solo acompaña: inspira.

Contacta con nosotros

Contact Form
Scroll al inicio