Ernesto Pastor
Hace unas semanas leí un dato que me alarmó: nueve de cada diez niños jamás experimentará el silencio natural a lo largo de su vida. No hace referencia al silencio como ausencia de sonido, sino como la presencia de toda la riqueza acústica natural de un espacio, sin ninguna traza humana.
Esos días, el proyecto MontañasVacías acababa de ser galardonado como Quiet Trail por la asociación estadounidense Quiet Parks International. Con ello se convertía en el primero de Europa, y la primera ruta en bicicleta en todo el mundo que conseguía esa distinción. No era la primera vez que Montañas Vacías recibía un premio internacional, pero detrás de este último había una interesante historia que pretendía ir mucho más allá del galardón en sí.

Quiet Parks International es una asociación sin ánimo de lucro cuya misión es identificar los lugares más silenciosos del planeta y concienciar sobre los beneficios de su conservación, tanto para las personas como para la fauna del lugar. Para ello, clasifican esos lugares entre espacios protegidos, parques urbanos, o recorridos, y estudian cada propuesta gracias a la red de voluntarios con la que cuentan a lo largo y ancho de todo el mundo. Esos voluntarios analizan in-situ el valor acústico de la zona, y sus informes ayudan a la asociación a determinar si cumple o no cumple los parámetros necesarios para conseguir esa certificación.
Por eso, cuando descubrí el trabajo de esta asociación y de su fundador Gordon Hempton, inmediatamente sentí que mi zona cumplía con creces esos parámetros de calidad. Ahí empezó un proceso de aprendizaje y un interés por la grabación de paisajes sonoros con un pequeño equipo que compré de segunda mano, que pronto se convirtió en un componente fijo en mis viajes en bici. Veía todo este proceso como un paso más en ese particular experimento que Montañas Vacías viene siendo durante los últimos años. Un experimento que pretende fomentar la puesta en valor de los recursos naturales de una zona tan subestimada y amenazada.


En esta ocasión, el hecho de conseguir la certificación de Quier Trail también lanzaba un claro mensaje de conservación, una llamada de atención que pudiera servir para tomar mejores decisiones, por ejemplo, en la planificación de infraestructuras, la elaboración de normas, o como argumento en aquellos casos en los que una alta afluencia de 4×4 o motos en entornos de un alto valor ecológico pudiera llegar a generar un problema.
Es este último precisamente un tema complejo y delicado. Debo aclarar que no es mi intención mostrarme en contra de esos colectivos, es más, tradicionalmente, al menos en esta zona, siempre he percibido un gran compañerismo, camaradería y amor por la naturaleza por parte de ambos. Tan solo pretendo poner encima de la mesa unos aprendizajes sobre el valor real de un recurso que, mayoritariamente por desconocimiento, estamos abocando a la extinción.
Existen zonas de España, o incluso de Teruel, en las que ya a día de hoy, una excesiva afluencia de motos o 4×4 está desplazando a otros perfiles de visitante como senderistas, ciclistas o familias con niños. Ante distintas advertencias de que esto podría llegar a pasar también en MontañasVacías si no se hacía nada, decidí tomar algunos pasos para intentar definir más claramente el perfil de visitante al que va dirigido tanto este proyecto como mi filosofía.
Como he subrayado antes, habitualmente los hechos que amenazan la calidad acústica de este territorio no derivan de una mala intención, sino del desconocimiento del valor real de la existencia de los últimos lugares en los que experimentar un silencio natural. Un silencio natural de vital importancia como ancla de reconexión a nuestra propia esencia y como una de las mayores herramientas de protección medioambiental. Proteger la riqueza acústica de un lugar supone la conservación de múltiples capas de valor, como la biodiversidad, la geología, o incluso la calidad lumínica de un entorno.
Por eso, para avanzar en esa línea podría ser interesante plantear vías, sectores o zonas en las que implantar algún tipo de restricción a medios motorizados que permitiera a caminantes, viajeros a caballo o ciclistas vivir una experiencia silenciosa, protegiendo aquellos entornos de un turismo masificado, disminuyendo además el riesgo de incendios forestales.
El año pasado tuve la oportunidad de pedalear cientos de kilómetros en Escocia e Inglaterra por pistas restringidas al tráfico, y la opinión percibida al respecto en los pueblos que visité fue totalmente positiva. He conocido casos válidos también en Alpes o Dolomitas, donde existen zonas que restringen la circulación de vehículos a motor ciertos días a la semana. Simplemente un día semanal “sin ruidos ni humos” tendría un tremendo efecto divulgador y de concienciación sobre la importancia de prestar un poco más de atención a este asunto.
En definitiva, si conocemos la importancia real de conservar estos últimos santuarios de silencio, podremos aprender a relacionarnos de una forma mucho más responsable con nuestros espacios naturales. No solo impulsaría su protección, sino que también aumentaría la conciencia sobre los beneficios que la exposición a un entorno con toda su riqueza natural puede aportar a nuestra salud física y mental. Espero que este premio ayude a difundir estas ideas para que en el futuro cada vez más niños puedan decir que han experimentado ese valiosísimo tesoro que es el silencio natural.
@montanasvacias
www.montanasvaacias.com

Ernesto Pastor es una persona inquieta, apasionada y con una mirada única que ha sido capaz que ponen el foco en la belleza de una área considerada un «desierto demográfico». Después de pedalear muchos años en pruebas de ultradistancia de carretera, decidió buscar retos más allá. Es uno de los referentes el bikepacking de este país y es el creador e ideólogo de la mítica «Montañas Vacías», un proyecto con verdadera alma que trasciende el ciclismo.
Ernesto Pastor